Si, ¡acepto!

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Esa mañana me desperté con mis dos enanos mayores encima mío, diciéndome: es hoy, hoy te vuelves a casar con papá! Llegaba nuestro aniversario y me demoré muchos días en encontrar algo para regalarle, diez años no se cumplen todos los días.

Luego de dar vueltas al asunto me dije por qué no? Por qué esperar a cumplir veinticinco, que es lo que se estila, para coger de la mano al amor de mi vida y volverle a prometer amor para siempre en un altar?

Así, poco a poco, fui armando la ceremonia. La primera decisión fue que fuera sorpresa para él y para eso necesitaba cómplices. Mi mamá, mi hermana, sus amigos, los míos, mis suegros, mis cuñados, la familia.

Todos lo sabían y supieron guardarme el secreto. El sacerdote, que nos conocía desde que éramos enamorados, se prestó feliz para la sorpresa. Me ayudo en todo, planeo conmigo cada detalle.

Mis enanos también me ayudaron, y eso fue lo mas especial, ya no estaríamos solos en el altar, ahora estarían nuestros tres milagros saltando alrededor. (literalmente)

Un juego lleno de misterios, con pistas y cartitas, llevó a mi esposo a la puerta de la iglesia donde lo esperaban nuestros hijos con la pregunta mágica: Quieres casarte con mamá otra vez? Ahora los papeles se invertían, era yo la que esperaba nerviosa a que el llegue, era yo la que sabía que esa ceremonia era mas que un regalo, era reafirmar nuestra promesa.

Lo demás, en un pequeño resumen, fue emoción, una bella ceremonia, votos y nuevas promesas, agradecimiento eterno y muchísimo amor.Fue increíble volver a sentir la misma emoción.

Ya no eramos los chicos de veinticuatro y veinte años, ahora estábamos mas llenos de agradecimiento que de expectativas, la ilusión intacta pero con nuevos sueños, mas maduros, mas grandes, con tres motivos para seguir luchando por ser mejores.

Le dije delante de todos parte de lo que sentía y de lo mucho que le agradecía a él y a Dios por todo lo que me había dado estos diez años.

El tiempo fue corto y las emociones tantas, que fueron incapaces de entrar en esos minutos que tuve el micrófono.

Estar en un altar, nuevamente, reforzando la promesa que nos hicimos hace diez años, era una oportunidad única. Era como viajar en el tiempo para volver a asegurarle que el estar juntos hasta que la muerte nos separe, era más que una frase trillada.

Era un contrato implícito, ese que se convirtió sin darnos cuenta, en nuestra principal guía estos años. Ese contrato que nos obligó a pelear juntos luego de intentos de naufragio. Ese que dejó de ser posibilidad para convertirse en hecho. Ese que nos dio los momentos más mágicos.

Ninguna promesa de esa magnitud es fácil, esas promesas de vida son las que más cuestan, las que te dan felicidad plena, pero también, las que más sacrificios y esfuerzos traen. Pero ahí estábamos, volviendo a renovar esa confianza en el otro.

Yo volviendo a confiarle mi corazón, y él cogiéndome de la mano fuerte, diciéndome en silencio que juntos reiremos, lloraremos y resistiremos cada terremoto que llegue.

Seguramente, tendremos algunos palos en la rueda, pero nuestra fe en el otro seguirá intacta. Mi admiración por él, su paciencia y amor conmigo, nuestra perseverancia, nuestra lucha por salir adelante, nuestra fuerza y nuestro amor inmenso nos harán salir siempre de todo.

Volveremos a leer la letra chiquita de nuestro contrato, esa que descubrimos con el tiempo, esa que nos dice que debemos amarnos mas en los peores momentos, cuando somos la peor versión de nosotros mismos.

Y, esa tarde, también me prometí a mi misma, y no como la chica de hace diez años, sino como la mujer en la que me he convertido ahora, a amarlo para siempre, a seguir engriendolo, cocinándole, molestándolo, haciéndolo reír.Llenándolo de besos, de cosquillas, de abrazos. Seguir siendo su roca cuando la marea crezca, admirarlo, seguirlo por el mundo. Pero, sobretodo, volver a elegirlo a diario, siendo yo, llena de defectos, sin ser perfecta, pero si perfecta para él.

Diciéndole sin decirlo, a diario y sin excepción y con el mismo amor: Si, acepto!

 

 

Un beso,
Sara.

 

2 COMMENTS

  1. Que lindo post!… Te felicito!, yo también soy de las que creo en el matrimonio y gracias a Dios tengo un esposo y una hija maravillosos!
    Muchas bendiciones para ti y tu familia y vamos por más, matrimonios y familias santas!. Un abrazo

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