La historia de Carla

0
13804

En el momento en el que sabes que tienes un bebé creciendo en tu panza, a pesar del miedo que puede causar y todo lo de más que este temor conlleva, es un momento único. Esa ilusión y ese instinto de madre, se fusionan a la perfección con el amor a ciegas que empieza a crecer segundo a segundo junto con tu bebé.


Todas nos imaginamos la carita, los ojitos, las manitos y como será nuestra nueva vida con ese ser que está por llegar. Lamentablemente, la vida está llena de pruebas, a veces enormes y que incluso parecen insoportables de llevar. Para esas pruebas existen los valientes, las que, con su ejemplo, ayudan a otras personas a sobre llevar los peores momentos. 

Esta es la historia de Carla, una historia de vida, pero cargada de fe, nuevos comienzos y mucho amor. Su vida como mamá es única gracias a su hermoso ángel en el cielo: Fabrizio!
“Mi nombre es Carla, tengo 28 años y quisiera contar mi experiencia con la
maternidad. La primera vez que salí embarazada fue la noticia más hermosa que recibí en mi vida. Mientras transcurrían los meses mi cuerpo experimentaba cambios, mi embarazo
fue lleno de amor, comprensión de parte de mi familia y mi querido y amado
Carlos. Recuerdo que durante todo mi embarazo lleve muchas nauseas, y dolores
estomacales por la gastritis, pero los antojos y las pataditas de mi hijo ,
anunciaban un embarazo prospero. El 31 de mayo, empecé a sentir unos
dolores en la espalda, era el anuncio de que mi
bebe ya quería nacer. Con mucho miedo, por lo que mi cuerpo experimentaba
fuimos de emergencia al hospital Angamos de Miraflores. El médico me mando hacer la
última ecografía, y recuerdo que el doctor nos enseñó la carita del bebe, y le dijo a Carlos: mire su corazón como late. Esas palabras se quedaron marcadas en mi para siempre. Después de dos días de
dolores y una noche muy agitada por las contracciones y por la
presión altísima, llamaron a Carlos, para que
pudiera presenciar el nacimiento de nuestro hijo. Fabrizio Alessandro, nacía
el 2 de Junio del 2010, a las 7.53 am,  y yo conocía lo que era el amor a
primera vista. Nos pasaron a una sala de recuperación junto a mi bebito, pero, al pasar las horas y mientras yo me enamoraba más y más de mi hijo, comenzaba a
notar algo raro, sus labios y uñas se ponían moraditas. Entonces llame a la
enfermera de turno, lo vio y me dijo que era normal, era el cambio de temperatura. Tenía que abrigarlo y así pasamos toda la noche: yo abrigándolo y contemplándolo, dándole pecho y cantándole. Al día siguiente, se llevaron a todos los bebes a darles su
primera ducha, en el cuarto estábamos 6 seis madres. A las 12 iban trayendo a los bebes uno a uno para que nos dieran el alta. Llegaron todos los bebes menos el mío. Vino una pediatra, muy déspota, a decirme que a mi hijo le habían
encontrado algo en el corazón y que tenía que llevarlo de emergencia al Hospital
Rebagliati, y tenía que firmar el traslado. Mi corazón latía a mil y mis
nervios estaban a flor de piel; llame a mi esposo, le conté y
me puse a llorar. En eso me traían a mi hijo lleno de tubos en una incubadora y
a mí se partía el alma. Veía como la gente nos miraba con cara de lastima y era un
sentimiento horrible; cuando otros padres salían contentos con sus bebes
recien nacidos, yo llevaba en una incubadora y en una ambulancia al mío. Cuando llegamos al Rebagliati, nos enviaron al segundo piso
a la sala de neonatología, donde solo pueden entrar los padres. Salió
el médico de turno, y nos dijo algo que cambiaría mi vida para siempre: su bebé tiene una CARDIOPATIA CONGENITIA. Pues en términos cristianos, mi
hijo había nacido con un problema muy grave al corazón. Necesitaba en primer lugar, una medicina que el seguro no cubría y que la traían
de Cuba. Costaba 2 mil dólares, que con un préstamo, en menos de 8
horas, logramos conseguir.  Mi hijo no la llegó a usar porque necesitaba una operación de emergencia. Entrando a la sala de operaciones, mi hijito tuvo un paro cardíaco. Lo dejaron en la sala de UCI, era muy difícil ver al pedacito de tu vida luchar por su vida. En ese momento solo me quedaba orar para que pudiera acabar esa pesadilla. Ver a bebés en igual o peor condición que el mío, me hacía preguntarme por qué? Por qué a ellos? Solo podía verlo 20 minutos, pero yo me pasaba horas y horas sacándome leche, que podría servirle a otro bebé. el cual mi hijo estaba
primero en esa sala tan fría, y al mirar a mi alrededor, conocí a otros bebes,
que tenía problemas mucho peores que mi hijo, en ese momento lo único que hacía
era orar, y orar para poder salir de esta horrible pesadilla… habían bebes, con
los intestinos fuera, con hidrocefalia, y llantos de seres tan indefensos, y me
preguntaba, porque? Porque a ellos?. Esperabamos que nuestro bebé creciera y estuviera mas fuerte para que pudiera pasar por la operación, mientras veíaamos moriria bebés. Lamentablemente, mi bebé hizo otro paro cardíaco y su estado empeoraba. Un 24 de Junio, mi hijo, mientras yo le
cantaba y jugaba con el me miro tan fijamente, y me abrió sus bracitos para que
lo cargase. Lloré de impotencia por no poder hacerlo, pero también supe que el me escuchaba y sabía que sus papas estaban con el. Esa noche me llamaron del hospital y me dijeron
que tenia que ir porque mi hijito había empeorado. Al llegar recibí la peor noticia que una madre puede escuchar: Fabrizio había partido al lado de Dios. Mi mundo se vino abajo, todo se volvió
oscuro y sin sentido. Volví a tener a mi hijo en brazos por última vez. Paso un mes de lo sucedido y me enviaron a
psicología, para poder tratar mi dolor. Yo lo único que quería era volver a embarazarme. A pesar que el médico me decía que aun tenía que esperar, yo necesitaba cubrir ese vacío. Pasó un año con el dolo. Perdí a mi mamita. Fue una muerte inesperada y yo volví a caer en la depresión. Pasó un año mas, y yo sentí que había perdido la fe. Un día empecé a sentirme muy mal, mucho dolor y caí en emergencia. Luego de los controles, me dieron la noticia que había esperado por mucho tiempo. Dios me volvía a dar la oportunidad de ser madre. Todo el embarazo transcurría muy bien hasta que en una ecografía de control me dijeron que a mi hijo le habían detectado ausencia del hueso nasal y que tenía indicios de tener Sindrome de Down. Pero lo peor era que sepodía repetir la misma cardiopatía en el. Eso era lo me preocupaba. Decidimos no pasar por mas pruebas y solo orar para que nuestro bebé no pasara por la misma cardiopatía que Fabri. En todas las ecografías de control, nos decían que nuestro bebé tenía síndrome de Down, pero que no había ninguna anomalía cardíaca hasta el momento. Nosotros amábamos a nuestro hijo, solo lo queríamos. El 9 de junio, nació nuestro bebé. Un niño sano, sin ningún problema, sin síndrome de Down, sólo con una mirada llena de amor y esperanza.  Nicolás era la respuesta a mi fe. El llegó a llenar mis días de alegría, amor y fe. Dios me daba la oportunidad de ser madre,
y poder criar a mi hijo. Han pasado 4 años y siete meses desde que mi hijo llegó. Luego llegó mi niña, Elisa Isabel, complemento perfecto que hacen mis días mas felices, mas lindos. Son ellos los que me recuerdan que nunca hay que perder la fe y la esperanza.”

Y yo solo puedo agradecerle a Dios por cruzarme a mamas como Carla. Gracias por compartirnos tu historia, por enseñarnos, por ser un ejemplo de fe, de superación y, sobretodo de amor. Amor que solo una mamá siente.

Un beso a todas!

Sara

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here